"Tristeza, es cuando tienes todo el aire del mundo y sin embargo sientes que te ahogas"...


Te ahogas y comienzas a respirar estruendosamente. Espasmos recorren cada centímetro de tu cuerpo. Los escalofríos son incesables...
Un adormecimiento muscular recorre completamente tu ser, ni siquiera puedes mover tus pies. Te alteras, la desesperación comienza a abrirse paso revolviendo viejas memorias. Aquellos recuerdos del pasado, malas jugadas de la vida simplemente empeoran todo. Te alteran.
Te agitas, y empiezas a respirar hasta sentir que los pulmones explotarán y tu corazón saldrá directamente a través tu boca.
Luego llega el sudor. Estás tan empapado que comienzas a tiritar de frío. Te congelas por dentro... Y nadie puede ayudarte.
Nadie te escucha, nadie te siente. Nadie excepto tú sabes lo que es cargar con el sufrimiento de esa asfixia horripilante.
Puede ser que no dure más de seis minutos, pero créeme... Es interminable. Y duele, duele profundamente en el pecho. Tanto que te dan ganas de arrancarlo con tus propias manos... Pero en fin, nada puedes hacer.
Sí, qué invulnerable puede ser el ser humano. Cuánta impotencia...
Finalmente, luego de escupir tus agonías ocultas en lo más profundo de tu inconsciente, te quiebras en dos. Lloras y gritas y lloras aún más. Poco a poco la tormenta se calma, las olas serenan... Y rendido caes en la cama esperando sobrevivir la noche y ver la luz del mañana.
En mi habitación sólamente pueden oirse los últimos latidos de un corazón herido.