... Algún desdichado a quien la inexorable fatalidad ha dado una caza encarnizada, siempre más encarnizada, hasta que sus cantos no tengan más que un solo estribillo, hasta que los cantos fúnebres de su Esperanza hayan adoptado este melancólico refrán: ¡Nunca más!
¡Nunca más!
¡Nunca más!
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