Nadie escucha lo que dice el viento. Las palabras ya no tienen sentido alguno. Son puras patrañas insignificantes; tanto o más como quien las pronuncia. Carentes de valor, vacías, huecas. No denotan nada más que una conjugación de lindos sonidos. Nada más que el mismo silencio hablado. Joven cuerpo agónico vomitando promesas frágilmente. Tiempos de augurio. Antagonismos de la realidad desierta. La esencia del alma saliendo de tus entrañas, escondiéndose en la comisura de tus labios, detrás de ese hoyuelo que tanto me gusta. Quiere escapar a las puertas de la libertad. Déjala salir. Déjala entrar, conocer el lado oculto de tu identidad: cenizas.
Las palabras no eran más que cenizas, hasta que dijo ''por siempre''...
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