13.1.12

Una casa, una vida

Una vida con puertas cerradas conduce al olvido,
recoge las semillas del suelo, ya infértil.
Los cerezos nunca volverán a florecer bajo el ardiente febo.
Nadie puede entrar, a menos que se le otorgue la llave maestra.
Si nadie entra, nadie toca nada.
Todo sigue en su lugar, sigue el mismo curso.

Una vida con puertas abiertas ofrece aventuras,
de pasiones y odios, de flores y rencores,
de hongos alucinógenos y un retoño a bordo.
Cualquiera puede entrar y arruinar los muebles, el lóbulo temporal,
el hemisferio derecho y porqué no también ese florero
y esa Noche Estrellada de segunda mano.

Una vida con una ventana abierta deja entrar
a la naturaleza, al aroma de primavera y a las hojas de otoño.
Se asoman colibríes aunque entren arañas.
Por suerte existen los sapos para ser devoradas.
No se corren grandes peligros ni descorazonadas.

Una vida con una ventana abierta...
Esa, esa es la vida que eligen los esperanzados.

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