Me elevas, sigiloso ángel de aguamarina con corazón de granito. Me elevas hasta alcanzar las estrellas y distinguir las galaxias. Incluso puedo sentir en la punta de mis dedos, la vibra de nuestros cosmos unidos en la constelación de Acuario. Creo en llegar el amor infinito, cuando siento tu respiración sobre mi húmeda piel. Creo en un mañana a tu lado cuando veo mi reflejo en tus ojos y centellean como estrella fugaz en Mayo del año pasado. Creo en ti, ángel, cuando dices protegerme y no marcharte, cuando sostienes mi mano con firmeza y cariño. Cuando al final del día regreso a casa y te imagino en el camino, cuando me das tu abrigo. Te recuerdo cuando miro al cielo y uno luces blancas tratando de imitar tu rostro. Me elevas a la inmensidad, al más allá.
Me elevas y luego me sueltas. Me hundes con velocidad en el pozo más próximo, no hay tiempo de buscar el más profundo ni el más olvidado. Me llevas, me traes, me acercas, me alejas. Volteretas de par en par para sucumbir en la oscuridad. Me dejas en Lupus y doblas a la izquierda, desapareces entre la niebla de gases interestelares. Te escondes detrás de un meteorito, ni muy grande ni muy pequeño, perfecto para que quepan tus alas de infierno. Observas con elegancia mi desdicha, te regocijas en tus mentiras. Y mientras tanto, intento alcanzar el arco de Sagitario para apuntar con mi única flecha a la Luna menguante, quizás si me acerco pueda atraparte. ¿Por qué te escapas, mi ángel? Me ahuyentas, me desalientas. Tus encantos no son más que viles engaños y no importa qué tan cruel seas, sigo perdidamente enamorado. Ángel me quemas.
Y esta furia interna arde tal fénix renaciente, esperando iniciar un vuelo eterno. Tal fuego azul cianuro, incinera tus alas de aguamarina y te convierte en dramaturgo de mi corta historia. Tu corazón de granito se conserva intacto, creí haber tomado una porción de él mas no la encuentro, quizás jamás existió.
Me tientas con tu sonrisa incandescente, me provocas con tu mirada perdida y solitaria. Quiero cuidarte, mi astro nocturno. Quisiera odiarte, pero no hago más que amarte en silencio. Nadie puede saber nuestro secreto, despertaría la furia de los dioses y estaríamos condenados a deambular eternamente por caminos separados, sin una sola bifurcación que nos conecte en el pasado. Un pasado presente en nuestras mentes, me aterran las consecuencias que crea nuestro inconsciente, en el futuro incierto.
Tu presencia, me altera. Pierdo el control de mis sentidos, mi conocimiento sensorial desaparece al igual que mis emociones salvajes. Tu recuerdo, me perturba. Me despierta por las noches con incontables pesadillas, no quiero volver a dormir si no estás aquí para vigilar mis sueños. Tu silueta, me enerva. Revive la bestia en mi interior, pero aunque quiera no puedo hacerte daño, ángel putrefacto. Tu ausencia, me aniquila. Quemas mis alas invisibles, mi única esperanza de volar a tu lado. Tu felicidad, la odio. Tu tristeza, también.
Conviertes al ser con corazón de oro en un trozo de carne egoísta. No puedo verte sufrir, pero tampoco deseo tu felicidad al lado de un verdadero ángel. Me da pánico siquiera pensar en dicha idea no tan desquiciada, mi peor miedo puede ser realidad. Di que tu corazón me pertenece, ángel, dime que no habrá nadie más. Este sentimiento que invade nuestros cuerpos y nos cubre con su manto de amor con tan sólo cruzar miradas es difícil de hallar y lo hemos encontrado. No quiero perder esa sensación, es tan confuso esto.
Te quiero, te alejo. Me quieres, me desechas. Te odio, corres hacía mí. Intento alcanzar y logras escaparte. Nunca fui bueno coordinando. Aclárame el camino, hazlo más sencillo y retira las piedras que me impiden seguir. Alza tus alas para que pueda verte, prometo conseguir las mías. Nos prometo el universo, pero mantén a salvo nuestro secreto.
Mía, tan sólo eres mía. Pero ya no te quiero revoloteando cerca de mí. No ahora, no hoy ni mañana. Separaste mi cuerpo de mi alma y la desgarraste en mil pedazos, ¿qué has hecho ángel? Vuelves a completar el ciclo supongo. Me lastimas, alas de aguamarina. Necesito aprender a levantarme de mis caídas para encontrarte otra vez.
La luz recorre millones de kilómetros en una milésima de segundo. Tú eres mi luz. Así que tan sólo resta contar los minutos, esperar y anhelar un futuro juntos, aunque quizás no sea más que una utopía tecnicolor. Sin embargo creo en ti. Desconfío, constantemente, pero el amor verdadero existe y somos la viva imagen de ello, o eso cree lo más profundo de mi ser. Es tan simple y a la vez tan complicado, recuperar la pureza de tiempos pasados… Sigamos intentando, no debe estar tan lejos.
Mientras tanto, recuerda que siempre tendremos la constelación de Acuario y la cita es en aquella única estrella fugaz, esa misma que se encendió en Mayo del año pasado.
Me elevas y luego me sueltas. Me hundes con velocidad en el pozo más próximo, no hay tiempo de buscar el más profundo ni el más olvidado. Me llevas, me traes, me acercas, me alejas. Volteretas de par en par para sucumbir en la oscuridad. Me dejas en Lupus y doblas a la izquierda, desapareces entre la niebla de gases interestelares. Te escondes detrás de un meteorito, ni muy grande ni muy pequeño, perfecto para que quepan tus alas de infierno. Observas con elegancia mi desdicha, te regocijas en tus mentiras. Y mientras tanto, intento alcanzar el arco de Sagitario para apuntar con mi única flecha a la Luna menguante, quizás si me acerco pueda atraparte. ¿Por qué te escapas, mi ángel? Me ahuyentas, me desalientas. Tus encantos no son más que viles engaños y no importa qué tan cruel seas, sigo perdidamente enamorado. Ángel me quemas.
Y esta furia interna arde tal fénix renaciente, esperando iniciar un vuelo eterno. Tal fuego azul cianuro, incinera tus alas de aguamarina y te convierte en dramaturgo de mi corta historia. Tu corazón de granito se conserva intacto, creí haber tomado una porción de él mas no la encuentro, quizás jamás existió.
Me tientas con tu sonrisa incandescente, me provocas con tu mirada perdida y solitaria. Quiero cuidarte, mi astro nocturno. Quisiera odiarte, pero no hago más que amarte en silencio. Nadie puede saber nuestro secreto, despertaría la furia de los dioses y estaríamos condenados a deambular eternamente por caminos separados, sin una sola bifurcación que nos conecte en el pasado. Un pasado presente en nuestras mentes, me aterran las consecuencias que crea nuestro inconsciente, en el futuro incierto.
Tu presencia, me altera. Pierdo el control de mis sentidos, mi conocimiento sensorial desaparece al igual que mis emociones salvajes. Tu recuerdo, me perturba. Me despierta por las noches con incontables pesadillas, no quiero volver a dormir si no estás aquí para vigilar mis sueños. Tu silueta, me enerva. Revive la bestia en mi interior, pero aunque quiera no puedo hacerte daño, ángel putrefacto. Tu ausencia, me aniquila. Quemas mis alas invisibles, mi única esperanza de volar a tu lado. Tu felicidad, la odio. Tu tristeza, también.
Conviertes al ser con corazón de oro en un trozo de carne egoísta. No puedo verte sufrir, pero tampoco deseo tu felicidad al lado de un verdadero ángel. Me da pánico siquiera pensar en dicha idea no tan desquiciada, mi peor miedo puede ser realidad. Di que tu corazón me pertenece, ángel, dime que no habrá nadie más. Este sentimiento que invade nuestros cuerpos y nos cubre con su manto de amor con tan sólo cruzar miradas es difícil de hallar y lo hemos encontrado. No quiero perder esa sensación, es tan confuso esto.
Te quiero, te alejo. Me quieres, me desechas. Te odio, corres hacía mí. Intento alcanzar y logras escaparte. Nunca fui bueno coordinando. Aclárame el camino, hazlo más sencillo y retira las piedras que me impiden seguir. Alza tus alas para que pueda verte, prometo conseguir las mías. Nos prometo el universo, pero mantén a salvo nuestro secreto.
Mía, tan sólo eres mía. Pero ya no te quiero revoloteando cerca de mí. No ahora, no hoy ni mañana. Separaste mi cuerpo de mi alma y la desgarraste en mil pedazos, ¿qué has hecho ángel? Vuelves a completar el ciclo supongo. Me lastimas, alas de aguamarina. Necesito aprender a levantarme de mis caídas para encontrarte otra vez.
La luz recorre millones de kilómetros en una milésima de segundo. Tú eres mi luz. Así que tan sólo resta contar los minutos, esperar y anhelar un futuro juntos, aunque quizás no sea más que una utopía tecnicolor. Sin embargo creo en ti. Desconfío, constantemente, pero el amor verdadero existe y somos la viva imagen de ello, o eso cree lo más profundo de mi ser. Es tan simple y a la vez tan complicado, recuperar la pureza de tiempos pasados… Sigamos intentando, no debe estar tan lejos.
Mientras tanto, recuerda que siempre tendremos la constelación de Acuario y la cita es en aquella única estrella fugaz, esa misma que se encendió en Mayo del año pasado.
Esa estrella que nombramos Orión.
(Perdí la cordura otra vez, odio escribir estas pelotudeces)
No hay comentarios:
Publicar un comentario